El mundo que siempre soñé

 Es tarde ya para ciertas cosas, pero bastante temprano para otras. Realmente la vida comienza cada día y lo importante es considerarlo, hoy más que nunca.

Acabo de observar en el espejo, las canas que inútilmente pretende cubrir el tinte, esas hebras blancas que aparecen con arrogancia, enmarcando mi rostro e intentando platinar mis sienes. Años atrás me habría asustado, especialmente por esas pecas en mis mejillas producto de la edad y que me confieren un carácter ligeramente envejecido, pero bien disimulado por mis tercas facciones. Sin duda la avalancha de años que aún no se deja caer, viene a mi encuentro con gran velocidad, aunque pienso que a la vejez no debemos entregarnos de brazos caídos, sin antes dar una pelea sin cuartel, según las condiciones físicas y mentales de cada quien.
El tiempo ha hecho lo suyo, y estoy segura de que tú igualmente has cambiado, no sólo exteriormente, también desde la esencia de cuanto eres, comprometiendo tu identidad, el sentido de vida, incluso lo que alguna vez soñaste que lograrías. El tiempo de pronto nos pasa por encima como una aplanadora, dejándonos boca arriba contemplando la muerte, esa que aguarda en un rincón por nuestro último suspiro y nos trae la certeza de nuestra finitud, de la importancia de vivir cuanto queda, con una conciencia que jamás tuvimos antes.
El asunto es asumir este veranito de san Juan, cuando aún pese a los achaques propios de la edad, hay fuerza para seguir luchando y trabajando por los sueños. La pregunta que surge es la siguiente; ¿De qué manera tener esa ligereza de asumir el día a día sin contemplar la amenaza de un futuro demoledor, en una sociedad que en lugar de cuidarnos cuando envejecemos, nos vulnera y nos condena a la pobreza y la invisibilidad? Sabemos, quienes tenemos la suerte de tener un título, que las posibilidades laborales se extienden hasta avanzada edad, siempre que la salud nos acompañe, mientras tanto es mejor no pensar. ¿Has visto alguna vez un pájaro preocupado, o un animal aletargado por tribulaciones? ¿Has visto alguna hoja que no conozca su ciclo, cuando llegó el momento de abandonar el árbol? Pienso que se trata de dejar que ocurra cuanto deba ocurrir, sin morir antes de tiempo ni perder los estribos, dejando que la fe, cualquiera sea la tuya, pueda llenarte de paz, cuando parece apagarse el faro que guía tu barco. Permitir que sea esta lucha, el agua mansa de un río que no pare de fluir, mientras su corriente
cristalina sea parte de esta eterna impermanencia, es el gran desafío.
Este mundo quizá esté muy lejos de ser el mundo que soñaste, pero es el mundo que existe y el único que tenemos, aprender a aceptarlo es más que una opción; una necesidad. Mira el desenfado de los jóvenes, que aprendieron a imponer su voz en las redes sociales, con una arrogancia y un desparpajo dignos de envidia. Sigue tu sabiduría y la templanza de tu experiencia, pero súbete al carro del mundo de hoy, un mundo que te necesita, aunque niegue reconocerlo.

Roxana Heise

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