Esta historia, si bien está enfocada en un can, es perfectamente aplicable a la vida humana: ¡Cuánta gente ha entregado su vida, rondando algún lugar común, como Marcos lo hacía alrededor del hospital! Si hablamos de duelos, correspondería a esos duelos complicados que a veces cuesta años resolver y cuyos síntomas indeseados podrían ser arrastrados durante décadas, si no se logra dar con buenos profesionales, o tener la voluntad de reconocer que algo anda mal en el proceso.
El caso de Marcos se trata de la muerte, esa invitada indeseable que en algún momento todos debemos recibir, algo que conmueve y que desgarra aún sin haberlo vivido en carne propia.
Quise traer este caso, porque me parece una representación gráfica de lo que se puede llegar a hacer, ante la esperanza de mantener con vida un ser querido, un proyecto o una ilusión de la cual es preciso despedirse, porque todos tenemos ilusiones, expectativas de vida, sueños por cumplir que han significado sudor y lágrimas y a menudo queremos ver coronados con un resultado que no siempre llega, porque no depende necesariamente de nosotros. Hablo específicamente de las expectativas en torno a los demás; cuando se espera que un ser querido cambie su conduta perjudicial, que vaya por buen camino, o simplemente cuando se aguarda recibir un afecto que no llega o es contrario a aquello que prometía alguna vez. Es ahí cuando pienso en la figura de Marco, este fiel perrito que merodea un hospital en donde su amo ya no existe. ¿Cuántas veces quizá te has visto caminando, con el corazón herido, alrededor de un escenario que sólo habita en tu mundo interior, pero que quizá en la realidad hace mucho tiempo que desapareció? Es el inconsciente el que a veces te lleva por senderos desconocidos o son esas dinámicas interpersonales dignas de psicoanálisis, las que perpetúan la neurosis y la enfermedad. Reconocer la realidad, asumir que aunque duela, ese escenario que esperabas no es tal, constituye el primer paso para explorar una vida de mejor calidad. ¿Cuántas gente en este mundo, ha hecho esfuerzos infructuosos, como Marcos lo hizo, aún enfermo, mientras un cáncer amenazaba llevarse su vida, sin lograr recibir ese gesto, esa presencia curativa que supuestamente lo cambiaría todo? No puedo dejar de conmoverme ante esta historia, ante la historia de tantos seres que deambulan por territorios desolados, pese a sus heridas y encuentran una mano amiga, como la bella señora que le brindó sus últimos cuidados o la gente que solidarizó en el drama de Marcos. Sin embargo, no puedo dejar de enfocarme en el motivo de esta reflexión: la importancia de cuidar la propia salud mental en el proceso, lo imprescindible que resulta entender que en la vida hay momentos en que es preciso decir: ¡Basta! y asumir que estás dando vueltas alrededor de un sueño imposible, que si bien lloraste lo suficiente y hay dolores que dejan su propia huella de carbono, existen otros lugares aguardando por ti, otras personas que esperan tu abrazo o necesitan de tu presencia. Ha llegado quizá el momento de abrir las puertas a otra vida que espera afuera, quizá una vida distinta a lo que tu mente y tus carencias proyectaron, pero que a la larga, traerá grandes sorpresas y compensaciones.
Gracias querido y fiel, amigo por tu amor incondicional, por hacernos comprender la grandeza de la lealtad; que tus pasos de luz nos acompañen hoy y siempre.
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