Placer y recompensa

 

 

Placer y recompensa: venga a mí: ¡lo que quiero es ahora mismo! Que ningún infeliz evento me lo impida: ¡Lo necesito ya! 

El estímulo externo aparece frente a tus narices, eres humano y lo sabes, más que nunca deseas seguir siéndolo; experimentar nuevamente aquella sensación que te hizo olvidarlo todo. Es posible que vivas un estado de placer o quizá simplemente un disfrute especial, algo que sin embriaguez no lograrías fácilmente. La razón: no eres un monje budista, ni acostumbras elevar tu espíritu cargando la cruz de cristo o siguiendo “absurdos y anticuados” ideales marianos. Tú simplemente haces cuanto te place, ya que eres un hombre de este siglo, un siglo que acabó con el cartuchismo y el tonto rito de la pareja única. Eres de los bakanes que levantan el dedo medio en señal de triunfo y le demuestran al mundo que Dios no existe, que está más bien escondido en las esquinas de la injusticia y es proclamado por pecaminosos pedófilos, que te hicieron dudar para siempre de la fe. Para ti y tus amigos, Dios ahora tiene nombre de oportunidad, permanece impávido y crucificado frente a un muro, mientras aparece frente a ti esa droga que estimula  tu cerebro para que envíe señales mediante conexiones neuronales, provocando la liberación de dopamina, oxitocina y otros neurotransmisores que te brindarán un momento de  placer, algo para lo cual te has ganado el derecho, por  vivir en un país en donde lo más creíble que podrás encontrar quizá seas tú mismo y el espíritu santo que aún no logras descubrir en el fondo de ti,  porque lo más profundo de ti mismo ahora acaba en tus propios intestinos.  Lo importante es pasarlo chancho, compartir con amigos, volverte loco, mal que mal perteneces a una generación criada por viejos rancios que padecieron una dictadura y aprendieron a trabajar cabeza gacha mientras la vida los consumía sin disfrutar, porque en su juventud tuvieron toque de queda y apenas comprenden eso de acostarse a las cuatro de la mañana y levantarse a las tres de la tarde, porque ellos son exigentes con eso de los estudios, hablan de esfuerzo, viven para trabajar y darte educación a costa de horas extras, porque un solo salario no te permitiría ir al gimnasio, usar zapatos de cuero y pagar un colegio que te deje capacitado para la universidad. Esos viejos ciegos se olvidaron de vivir, por lo mismo decidiste olvidar que la vida puede pasar corriendo si no aprendes de ella. El problema fue cómo se te fue pasando la mano por este circuito de la recompensa, sumado a los genes que heredaste por azahar, y ahora te hacen babear frente a un vaso de alcohol mientras los amigotes te sacan fotos con sus smartphones, para subirlas a Facebook y mostrarle a tus miles de amigos lo divertido del momento.

Lo paradojal es que el circuito de recompensa, que te hace sentir adulto, deja de lado zonas más desarrolladas del cerebro, ya que las estructuras que participan de este proceso son estructuras ligadas a las necesidades básicas del ser humano y que acaban convirtiéndose en una brújula que te guía y te motiva a obtener la misma sensación una y otra vez, dejándote atrapado, privándote de crecer como harías en otras circunstancias. Este sistema de recompensa se da en todas las adicciones: las drogas, el sexo, los videojuegos, la adicción al chocolate etc.

El sistema de recompensas está compuesto principalmente por cinco áreas con una función clara:

  • Amígdala: regula emociones
  • Núcleo Accumbens: controla la liberación de dopamina
  • Área tegmental ventral de Tsai: libera la dopamina
  • Cerebelo: controla las funciones musculares
  • Glándula Pituitaria: libera betaendorfinas y oxitocina, responsables del alivio del dolor, emociones como el amor entre otras.

Estas estructuras nos protegen del peligro, nos hacen reaccionar ante los imprevistos, cumpliendo una función importante en la supervivencia. El Dr MacLean (Neurólogo y psiquiatra norteamericano 1913 –  2007), nos habló del cerebro triuno, proponiendo que el cerebro en el fondo está constituido por tres en uno: un cerebro primitivo o reptiliano, que controla las funciones básicas, un sistema límbico que tiene que ver con el sistema de recompensa antes descrito y la neocorteza, la del habla y el razonamiento, la inteligencia única en la especie humana y considerada durante siglos como un legado de Dios por los aristotélicos, dejando la razón al servicio de los instintos, esos que compartimos con otros animales.

Placer y recompensa vengan a mí, porque la vida es breve, porque más vale morir contento, aunque quizá llegues a los sesenta o setenta, con unas cuantas terapias de rehabilitación, una apariencia que no te pertenece y un arsenal de fracasos personales, siendo el mayor de ellos abandonarte a ti mismo(a), por sucumbir al deseo de un momento.

Quizá sea el momento de decir: placer y recompensa te domino, porque he decidido crecer para lograrlo, he dejado de dar vueltas en círculo, para seguir el camino de la razón, sabiendo que el disfrute es parte de la vida, pero no el motivo de la existencia.

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