Amarse para amar y ser amados
Por Roxana Heise
Por alguna razón, planificar nuestra vida nos
resulta inevitable. Los sueños vuelan como aves con sus plumas al viento y
aunque seamos realistas; soñamos con ser amados, aceptados y hasta contenidos,
especialmente en aquellas situaciones de mayor vulnerabilidad. Sin embargo:
¿qué ocurre cuando las cosas no son como quisiéramos? y nos sentimos
desprotegidos, vulnerables, adolescentes, enfermos o hasta viejos, con nuestras
heridas abiertas, mientras padres, hermanos, primos, hijos e incluso la pareja,
nos hiere sin consideración, quizá para parchar un ego enclenque o simplemente; para usarnos como escudo humano en un mundo en donde las armas, nunca están de
más. Imposible no preguntarse en estos casos: ¿hasta dónde llegan los límites
de la responsabilidad o de la entrega personal? ¿Hasta cuándo permitir y cuánto
permitirnos? Nuestra historia de vida a veces nos da la respuesta: si hemos
vivido para otros, desplazando las propias necesidades o hasta agradeciendo
eternamente los mendrugos de pan del amor recibidos, como si fueran pequeños
milagros. ¿Qué hace que no nos queramos lo suficiente, para dejar a otros
sobrepasar esa barrera protectora de nuestra propia identidad? A veces, ante
historias de abuso en la infancia o la adolescencia, si se trabaja con terapias
psicológicas adecuadas de manera constante, además de un buen entorno afectivo,
es posible lograr la sanación y llevar a futuro relaciones sanas que promuevan
nuestro desarrollo personal. Pero no
podemos ignorar, si hemos sufrido un poco más de la cuenta, que lo más probable
es que nuestras heridas nos lleven a ser abusados en mayor o menor medida por
otros seres humanos; ya no los padres o adultos, sino las parejas, amigos,
compañeros de trabajo e inclusive los hijos, quienes posiblemente hereden esas
carencias que arrastramos como grilletes colgando de los tobillos, cada vez que
emprendemos un nuevo camino.
Ser conscientes es quizá la clave de todo, para
mirarnos y percibir aquello que nos hace traspasar los límites de la
generosidad, al percatarnos de que lo mucho que entregamos y seguimos ofreciendo, mientras nos vamos deshojando hasta quedar desnudos. Luego cabe preguntarse, si eso se trata de amor en realidad: ¿acaso el amor requiere de un desprendimiento doloroso, al punto de acatarlo como la cruz que nos corresponde cargar? ¿Es que cuando fallamos en esto de “querernos, ya es tarde para poner el
punto final a tanta humillación? Todos alguna vez en
la vida, hemos sentido la patada en el vientre de quienes han pretendido desestabilizarnos. Lamentablemente, en personas con patologías como el narcisismo, este tipo de conductas manipuladoras se vuelve habitual, como el menosprecio hacia la propia persona de la víctima. Por eso podemos acabar como en el “Síndrome de la rana hervida”, habituándonos al dolor e incluso, pronunciando ciertas frases como: “no
es para tanto” o cualquier otro consuelo que viene a parchar nuestra propia debilidad. Porque mirarnos de manera realista puede
ser doloroso; darnos cuenta de que hemos cedido más de la cuenta para ser
amados y hemos ido por la vida como niños pequeños, revolcados en el fango, para disfrutar del juego de la
validación o simplemente ostentar una pequeña cuota de poder.
Si te identificas con este relato, nunca
olvides que la vida es dinámica, que existe en nuestra biología la neuroplasticidad, que podemos cambiar nuestros hábitos, siempre y cuando estemos
decididos a salir de nuestra zona de confort e incluso, aunque nos duela, dispuestos
a perder para siempre a quienes hemos amado y nos piden a cambio, una
condición que va minando nuestra dignidad personal. El amor, es más que aquello que nos presentan
las teleseries, es mucho más que el hiper paternalismo con que se pavonean las redes sociales, atestadas de fórmulas para vivir. El verdadero amor requiere de amor propio y te deja ver que a veces, ya no hay vuelta atrás, porque
necesitas estar firme para ponerte de pie, cuando todo parece tambalearse alrededor. Plantearse el desafío de ser amados por
nosotros mismos, es una tarea difícil pero necesaria. Además, necesitamos encontrar a esas personas que están preparadas para amarnos verdaderamente, sin
importar cuantas sean, porque la calidad de los vínculos es lo que suele hacer
la diferencia.
Algunas recomendaciones para desarrollar el
amor propio son:
1. Explora tu mundo interior
Dedica tiempo a la introspección, a escribir sobre tus emociones o sentimientos, desarrollando alguna afición u oficio que para ti tenga sentido. Recomendable es llevar un diario con el registro de tus pensamientos.
Practica la autoaceptación
Esfuérzate en cambiar y mejorar cada día, comprendiendo a la vez tus defectos, ya que no necesitas ser perfecto para ser digno de amor y respeto. Recuerda que todos cometemos errores. Aprende de ellos en lugar de castigarte.
Cuida tu bienestar físico y mental
Come de manera equilibrada y saludable, siguiendo la indicación nutricional si corresponde.
Mantén una rutina de ejercicio regular, incrementando el esfuerzo de acuerdo a tu edad y condición física.
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